sábado, 9 de octubre de 2010

Toponimia ( I ): Pratdip, el pueblo de los perros vampiro

Hoy iniciamos una nueva sección dentro de nuestro blog. En ella queremos descubrir aquellos rincones de nuestro país que tienen nombres relacionados con la Criptozoología, intentando descifrar el origen de dicha denominación.


Comenzamos acercándonos a la localidad tarraconense de Pratdip, un pequeño municipio catalán de la comarca del Baix Camp que cuenta con cerca de mil habitantes. Se trata de una población que ya aparece citada en documentos de mediados del siglo XII, cuyo nombre está formado por las expresiones prat ( prado, en catalán ) y dip (animal feroz, lobo o chacal, en árabe). Tal vez nos encontremos ante una de las primeras manifestaciones de lo que –mucho tiempo después - se convertirá en el archiconocido chupacabras.

Según la leyenda, que se remonta al siglo XVI como mínimo, los bosques y tierras de los alrededores del pueblo eran habitados por esta especie de perro vampiro que chupaba la sangre del ganado, sin comer nunca su carne. Se trataba de un ser malvado y peludo, un emisario del demonio, que era cojo de una pierna. Tenía hábitos nocturnos y entre sus víctimas incluso se dice que había borrachos procedentes de las tabernas del pueblo que juraban haber visto unos ojos diabólicos entre las sombras nocturnas. Se piensa que esta leyenda sólo tenía como objetivo asustar a los alcohólicos del lugar y evitar así que se dedicaran a vagar de noche provocando altercados. En cualquier caso, el fenómeno se prolongó hasta bien entrado el siglo XIX.

Pratdip conserva vestigios de su pasada relación con este chupacabras medieval. Así,en la ermita de Santa Marina, distante cuatro kilómetros del pueblo, existía un altar en el que la patrona era sostenida por los lomos de cuatro dips que aparecían sosegados a sus pies, en un claro síntoma de sometimiento. La capilla fue destruida en 1936 y del altar sólo se conservan algunas viejas fotografías que dan fe de su pasada existencia. Actualmente, aún podemos encontrar vecinos que recuerdan haber visto estos seres en el santuario, ancianos que hablan a media voz de estos vampiros y que cuelgan ristras de ajos en las ventanas de sus casas, como si estuviéramos en la Transilvania del conde Drácula y no en la Cataluña actual.

También el escudo de la ciudad nos muestra- desde 1700- a uno de estos siniestro perros sobre las cuatro barras catalanas, con la singularidad de poseer una pata más corta que el resto, como recuerda la leyenda.

Por último –sin olvidar la moderna escultura de un dip que preside la entrada de la localidad- nos encontramos , en la plaza de la Iglesia, con la iglesia de la Natividad de Santa María. Se trata de una construcción cuyo interior conserva el retablo barroco de Santa Marina , fechado en 1602, y en el que también se hallan representados dos dips de color oscuro.

Retablo de Santa Marina

Al encontrase tan enraizado en el acervo popular, el dip sirvió incluso de inspiración al escritor Joan Perucho para su novela Les històries naturals (Las historias naturales, 1960), en la que relata la vida de Onofre de Dip, un vampiro con la capacidad de transformarse en diversos animales. La parte central de la obra transcurre en Pratdip ( Tremilvenia en la novela ) a inicios del siglo XIX, en plena Primera Guerra Carlista, y el dip en realidad es un embajador de Jaime I el Conquistador que 700 años antes había viajado a los Cárpatos en misión diplomática y allí había sido atacado por una noble vampira.

¿ Pueden ser los dips la manifestación temprana de los modernos chupacabras ? Sin duda, podemos establecer similitudes entre ambos, tanto en su forma de atacar ( sólo chupan la sangre, sin comer ninguna parte del animal ) como en su morfología (parecidos a un perro , de color generalmente negro, como han sido descritos algunos chupacabras ) como en la ausencia de evidencias de sus tropelías, en forma de huellas, heces o pelos, por citar algunos ejemplos.

Tal vez, no nos enfrentemos a un fenómeno tan reciente como suponemos…

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